Con lo increíble que es vivir, y parece que todo el mundo se empeña en ver defectos, imperfecciones. No hace falta que nadie me recuerde lo que hago mal, ya me estreso a mí misma muy bien. Cuando soy demasiado infantil, o demasiado seria, demasiado hipócrita o demasiado callada. Cuando no me tomo las cosas en serio, cuando me las tomo demasiado en serio. Cuando me tropiezo, cuando bebo, cuando fumo, cuando disfruto, cuando pongo cara de loca, cuando me levanto tarde, cuando no estudio, cuando salgo, cuando vuelvo. Hasta cuando me esfuerzo. Con lo que me da pereza, con lo que no me corresponde. Cuando me entrometo, o cuando no me entero de nada. De lo que dejo para mañana. También cuando pido perdón, o cuando pongo puntos suspensivos al final de una frase. Cuando cancelo los planes, y también cuando los hago. Al final tengo la sensación de que todo lo que hago lo hago mal, que nada me sale bien, que nunca hago nada a tiempo. ¿Porqué soy la que siempre llega tarde a los sitios, o la que siempre acaba debiendo dinero? ¿Porqué nunca tengo un puto duro? Si me quejo de las cosas, o si soy demasiado efusiva. Si no me organizo o si me enfado al intentar organizar. Y esta maldita sensación que no se va nunca, que se hace más grande cuando veo la decepción en los otros. O los cuchicheos, las críticas, las broncas o los consejos. No es que me parezcan mal, pero me recuerdan todo esto y me hace sentir mal… muy mal, culpable. Cuando me miro al espejo, o veo una foto y pienso: "Debería hacer tal cosa" o " Debería empezar a hacer tal otra cosa". Hay una enorme lista de cosas que hago mal todos los días, y otra aún más grande de cosas que tengo que hacer y que no hago. Me pone de los nervios, me estresa, me pone triste y hace que días como hoy sean días rojos.
Fecha: ayer