Allá iba ella. Con un par de onzas de chocolate blanco en el bolsillo. Marc knopfler saliendo por sus cascos. Una gran sonrisa incrustada en la cara. Andaba por la calle haciendo que tocaba la batería con las manos. Se metía en los vagones del metro dando vueltas como una pequeña peonza. En el autobús le gustaba sentarse en el segundo asiento empezando por el fondo, junto a la ventana de la izquierda, para poder ver a la gente de Madrid pasear por la calle. Las noches de verano, antes de dormir, salía al balcón para meterse su dosis diaria de luna por las pupilas. Soñaba con poder pintarla al oleo. Para dormir, escuchaba música que resonaba por su habitación. Había elegido una lista especial de canciones que le decían mucho y que se reservaba para ese momento del día.
Caminaba por las calles sin rumbo fijo, paseando su lote de deseos y de sueños que quería colgar de un globo y dejar que se elevasen.
Hoy se ha levantado en casa ajena. Desayuno de caricias. Típico de sunday morning. Ha vuelto a su casa, escuchando lo más suave de Extremoduro y leyendo pensamientos que alguien dejó escritos sobre Asia. Se ha duchado dejando que el sonido de la radio saliese al patio. Ha comido con su familia. Ha dado un buen paseo bajo la lluvia -segunda ducha del día- y ha visto un partido en el que su mejor amigo ha metido un gol. Ha cenado en un burger king hablando de pokemon. Ha podido reírse hasta dorlerle la tripa de ver un pie en un charco y ha perdido un par de autobuses.
Ahora está escribiendo su día, principalmente para recordarse dos cosas. La primera es que los domingos son siempre diferentes, y, claro está, geniales. La segunda es lo bueno que ha sido este domingo en especial. Y es que ella no tiene muy buena memoria, y a lo mejor esto le ayuda a recordar un buen día dentro de un tiempo...
me gustan las dosis de luna, y me gusta que escribas para recordar:) supongo que un día tan bonito como lo cuentas no puede ser olvidado!
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