jueves, 29 de noviembre de 2012

Everything you touch, oh, it dies [2]


Llevo ya dos años aferrándome cada vez más a una idea, o más bien a un concepto. Pero nunca he sabido describirlo.
Y eso me frustra enormemente.
Es una sensación, ante todo.
Como de agobio. Y a la vez mucha fuerza, y ganas.
Y tristeza. Pero tristeza profunda, no depresiva sino completamente viva.
Que quema.
Ganas de cambiar. Creo que a mí misma. Bueno, y muchas cosas.
Rechazo por la sociedad. No. En realidad siempre es la misma cadena de pensamientos:
rechazo hacia la sociedad; pensar que soy estúpida, porque formo parte de ella;
rechazo hacia mí misma.
Pero ante todo, la completa seguridad de que estoy buscando algo, pero no sé el qué.
Esa desesperación podría resumirlo todo.
Muchas veces he llegado a la conclusión de que ese algo es belleza.
Que lo que quiero, lo que necesito, es ver, sentir, cosas bonitas. Que me
completen en cierto modo.
Se adapta a todos mis sentimientos.
Este tipo de razonamiento se usa mucho, no os creáis.
No sólo para llegar hasta el modelo atómico actual, sino también fue el tipo de razonamiento de Freud.
Teorizar. Observar. Corregir la teoría y crear una nueva.
Éste es mi postulado actual:
VIVO EN BUSCA DE LA BELLEZA.
Estoy casi segura de que irá variando a lo largo del tiempo.

Y tampoco que nadie crea que mientras teorizo no pongo en práctica mi objetivo.
Viajar encaja muy bien con este modelo.
Así que os habla una Juana que acaba de volver de cuatro días con mucha belleza en París.

Admito que siempre me han fascinado aquellas personas capaces de dedicar su vida a una sola cosa. De tener un solo sueño. ¿Cómo elegir? ¿Dónde está lo que buscas?
¿Como puedes acaso saber lo que buscas cuando aún no lo has encontrado?
Me parece que hay que tener muchos huevos para ir directo, y sentir algo realmente grande. Por eso me dan envidia.
También soy consciente de que, sabiéndolo o sin saberlo, mucha gente ha elegido el modelo del amor. Podría valer también, al igual que la belleza. Pero yo le encuentro demasiados fallos. Y una teoría con muchos fallos no es una buena teoría.

martes, 13 de noviembre de 2012

3

Ayer empezó extraoficialmente el otoño. Me encanta el otoño. Pase lo que pase el tiempo acompaña. Esta vez la explosión repentina de color va a  juego con mi estado de ánimo. Con la revolución de sentimientos. Por una parte me gustaría volver a ser la chica que le pone un 9 y medio a su vida. No creo que fuese ingenua, de verdad era feliz, debería seguir siendo tan feliz, a veces me lo reprocho. Por otra parte me frustra profundamente la depresión de todo el mundo. Yo tengo ganas de luchar. Más que nunca. Y nunca he tenido tantas ganas de estudiar ni lo he hecho con tanto gusto. Me da lástima que la gente se deprima porque no tiene lo que tenía. Me da asco la gente que deja de ser simpática cuando ya no tienes trabajo. Me mata que alguien pueda llegar a quedarse sin casa porque hubo un momento en el que todo dios estaba tan contento que se hacían hipotecas a 50 años. Odio a los chicos. En parte porque me atraen y no hay quien les entienda. Luego dicen que somos complicadas. Tengo ganas de agarrar a todo el mundo y dar dos buenas collejas. Y gritar que dejen de tomar prozac y paroxetina. Que dejen de ahogar las penas en alcohol, porque lo acabarán consiguiendo será ahogar la cartera y las tardes en un centro de alcoholicos. No entiendo porque hay tanta maldad. No entiendo como alguien de tu misma familia pueda joder a sabiendas tu negocio a la vez que vive de tu puto dinero. Y es que es eso. PUTO DINERO. Y sí, me cabreo, me cabreo porque no sé que hacer. Porque me desespero por no poder hacer nada aparte de encerrarme en la biblioteca a estudiar para poder hacer algo pronto. Para poder buscarme la vida. Para poder ayudar. Porque todo el mundo sufre y yo no puedo hacer nada! Y es la 1 y media, mañana tengo examen, me pican los ojos y estoy agotada, pero aún así llevo días sin conseguir dormirme sin mi ración de Demian. No sé por qué ese libro me relaja.